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¿Por qué vivir desde el agradecimiento?

Antes de preguntar, “cómo vivir desde el agradecimiento”, deberíamos preguntarnos, pero, ¿por qué necesitamos vivir desde el agradecimiento? Bien, vamos a desarrollar esta cuestión brevemente.

El rechazo a la vida

Digamos que vivimos desde lo opuesto, desde el rechazo a la vida, ¿qué significa eso? Simplemente significa que nos convertimos en víctimas de ella, o sea, no sólo que no podemos aprovechar de la vida en todo lo que nos permite experimentar, sino que nos estamos condenando al sufrimiento constante. Sea como sean las circunstancias, vemos a los demás – a nuestros padres, parejas, jefes del trabajo, hijos o hermanos, la política, el estado, la religión, el dinero – como culpables de nuestra situación y este camino no tiene salida. Estamos en un circuito de retroalimentación negativa que nunca nos permitirá avanzar de verdad hasta que por fin tomemos consciencia de que no somos víctimas de nadie, salvo de nuestra propia actitud y decidamos cambiarla radicalmente.

Entonces, ¿qué ocurre cuando vivimos no desde el rechazo a la vida, sino desde otras emociones densas como la rabia, la culpa, la tristeza o la vergüenza?

Básicamente lo mismo, esta misma emoción se convierte en nuestra carcelera de la misma cárcel del victimismo. Por una parte, no podemos disfrutar de toda la gama amplia de experiencias, sensaciones, sabores, lugares, conocimientos que la vida nos ofrece, porque estas emociones se hacen cargo de nosotros. Por otra parte, se convierten en una actitud general que, si no se cambia conscientemente, sería imposible salir del bucle y sentirnos libres de disfrutar la vida.

Hablamos más de cerca de cada una de estas emociones como ejemplos.

La rabia

Si sentimos la rabia constante hacia alguien o algo, no entendemos que la rabia es una energía creativa de la vida que dirigimos en contra nosotros mismos. A largo plazo, esta energía bloqueará nuestra capacidad de vivir plenamente, se “comerá” lo mejor de nuestra vida y nos envenenará gradualmente. Aprenderemos a actuar y motivarnos desde el odio, desde el reproche, desde la frustración y la condena de los demás. Y finalmente, nos llevará al desdén hacia la vida. ¿No es mejor aprender a perdonar y salir de este círculo vicioso? Para mí, ¡¡prefiero aprender a perdonar porque la otra manera de vivir es simplemente insensata!!

La culpa

Y si vivimos desde la culpa, ¿qué significa eso sobre nuestra vida? Pues he trabajado con miles de personas a lo largo de los últimos años, en cuatro continentes, y todos hemos sido víctimas y verdugos, hombres y mujeres, pobres y ricos, terapeutas y pacientes. Pero noté que cuando alguien viene a esta vida albergando emociones de culpa, crea en él o ella una actitud general de no merecer la vida. Incluso sin creer en vidas pasadas (yo no creo en nada, las he experimentado conmigo y con los demás) es bastante simple entender: si te sientes culpable de algo eso te genera una emoción de no merecer lo mejor e inconscientemente, evitas recibir  las cosas buenas de la vida y disfrutarlas, sean relaciones de pareja, compensación económica por tu trabajo, apreciación de tu arte o música, etc. En fin, con la culpa nunca puedes llegar muy lejos porque tú mismo te frenas desde dentro.

La tristeza

Y, ¿qué pasa con la tristeza?  Pues también la tristeza suele generarse por un “pozo” de vivencias de pérdida, enfermedad, muerte e impotencia, acumulados en nuestro subconsciente, que crea una fuerza de gravedad que nos impide lanzarnos, prosperar y conseguir lo que de verdad anhelamos en esta vida. Como músico y poeta, he aprendido no crear desde la idea romántica del sufrimiento y la carencia de amor (que pertenece al siglo XIX no al siglo XXI), sino desde la emoción de unión con la vida, desde el deseo de celebrarla y compartir. Y cuando padezco de tristeza, la canalizo conscientemente con mi respiración y la suelto por completo, por mí bien. En fin, la tristeza como emoción predominante te limita en la vida porque te “atrae abajo”, a la densidad emocional de apatía, indiferencia, ausencia de voluntad creativa, malhumor constante y cinismo, o esconderte detrás de una visión irónica y pesimista de todo. Y, ¿Cómo es posible realmente vivir con una tristeza en el fondo? ¡No lo es! A las personas que atraen una tristeza grande, les mando a sanar su niño/niña interior para cambiar radicalmente su actitud respecto a la vida y empezar a celebrarla.

La vergüenza

¿Y la vergüenza, por qué la incluimos como emoción densa y destructiva? Pues porque la vergüenza es la más traviesa y peligrosa de todas. Es porque la vergüenza suele estar “disfrazada” debajo de muchas conductas y hábitos y ni siquiera solemos verla como una emoción “densa” y precisamente por eso es “traviesa”.  Nos enseñan desde pequeños que es bueno y habitual tener vergüenza: de nuestro cuerpo, de mostrarnos como somos; de lo que verdaderamente pensamos sobre las cosas en el colegio, en la casa, entre la gente y entre nuestros amigos, especialmente cuando se es diferente de los demás; y de los que sentimos (“no llores, no pasa nada”, o sea, “no quiero que te vean llorando, es “malo”, yo nunca lloro, para que no me vean mi dolor”). ¡Y eso es bloquear la expresión humana en su totalidad! O sea, para mí, la vergüenza de ser como somos, es el impedimento más grande en el camino de la autorrealización, porque es negar nuestra grandeza como seres humanos, vivir desde el mismo Ser como la misma divinidad.

El miedo

Hay otra emoción muy frecuente, que es el miedo y que no hemos mencionado hasta ahora. ¿Qué efecto tiene el miedo sobre nuestra relación con la vida? Con diferencia a la verguënza, el miedo suele estar al “aire libre”, o sea, lo identificamos con claridad como un motivo principal para no abarcar nuevos temas, nuevas experiencias y aprendizajes. Pero el miedo a cualquier cosa y en cualquier ámbito de la vida, es resultado de una memoria o una experiencia previa, no algo que necesariamente va a ocurrir, sino a algo que ya ha ocurrido. Cada ciclo de Formación en Terapia Del Alma, cuando comienzo el tema de la regresión, pido a cada persona decir a qué tipo de muerte le da un pánico o un miedo. Y las respuestas no tardan en llegar: ahogada, ahorcado, enterrado vivo, quemada, paralizada, por un accidente, de enfermedad grave, etc. Entonces, continúo, ¿cómo es posible tener cada persona aquí  un miedo diferente y concreto, si no ha experimentado eso ya? Y entonces, recomiendo atravesar nuestros miedos con la conciencia, recordar qué ha pasado y permitirnos abrirnos a experiencias nuevas y reveladoras. Si, por ejemplo, en una vida pasada has sido un predicador de una nueva filosofía de vida y fuiste ahorcado por los puritanos, por qué  sorprendes que tienes miedo  a hablar en público, a cantar o a enseñar en esta vida. El miedo a expresarte entonces puede bloquear tantos aspectos de tu vida actual que no permite asimilar el flujo natural de la vida ni el proceso de autorrealización.

La aceptación y el fluir

Bien, entonces, ¿qué tal sería vivir desde la aceptación o desde el fluir? Muy bien, ya es un avance grande. La aceptación como actitud hacia la vida sólo puede emanar desde un trabajo interior profundo, en donde liberamos conscientemente las cargas emocionales cuando aparecen y, sobre todo, cultivamos la confianza profunda hacia la vida, sabiendo que es inteligente y sabia. Fluir significa entender, que en cada momento la vida nos brinda exactamente lo que necesitamos para crecer y amar nuestra existencia aquí en la Tierra. Pero cuando hablo de la aceptación como actitud general, quizá no es suficiente. Diría que aspiro a vivir y enseñar algo más que a “aceptar la vida o fluir con ella”. Aceptar la vida también puede ser una actitud pasiva, de consentir las condiciones que no nos favorecen, de rendirse desde sentirse “pequeños” y esconderse bajo actitudes invisibles de no merecer el amor, la salud, la felicidad, la abundancia. . .

Para mí, la vida misma nos ofrece ir más allá de eso, nos ofrece ser creadores de nuestra realidad relativa y personal, nos posibilita de verdad celebrar la vida, a veces con deleite y pasión otras veces con entrega y compasión, nos permite aprovecharse de ella al máximo, ???? sin dejar ningún campo con tenemos anhelos no cumplidos o no satisfechos, nos permite ser felices de verdad, disfrutar del camino, prosperar y hacer uno con ella.

El agradecimiento

Y por eso cultivo una actitud no sólo de aceptación, sino de vivir desde el agradecimiento, ¡¡porque me permite tanto y tanto como me permito vivir!!  Por eso cultivo conscientemente una actitud de agradecimiento. Eso viene de la propia autoconsciencia de lo que es el regalo de vivir y de experimentarse de tantas maneras en tantas formas. Y mi agradecimiento siempre comienza con mi primer pensamiento consciente a la hora de entrar en meditación por la mañana: gracias por todo eso que estoy viviendo, gracias a la vida que me brinda otro día para experimentarme, otra posibilidad para hacerme uno con ella, otro amanecer . .

Y, ¿cómo vivir desde el agradecimiento?

Básicamente se puede abordar este desafío de muchas maneras: con oraciones, con mantras, con afirmaciones, con meditación, con análisis de lo que ya tenemos y hemos vivido como almas,  con la canalización de las emociones hacia la creatividad, entrar en contacto con nuestros guías espirituales,  estar más presentes en cada momento y despertarse por la mañana con una sonrisa . .  a eso dedicaremos otro artículo.

¿Por qué vivir desde el agradecimiento?
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