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¿Para qué ir tan lejos, buscar niños reencarnados en otros países, como prueba de la vida eterna? En mi experiencia, casi a nivel diario o por lo menos semanal, en consultas, terapias a distancia, en grupos y hasta en conversaciones por la mesa, me encuentro con personas que se despiertan a estas memorias de su alma o que identificamos juntos a sus vidas pasadas en parientes de la generación anterior.

¿De verdad creemos que la encarnación sólo pertenece a unos cuantos elegidos o a casos especiales que merecen esta Gracia de la Inteligencia Universal? En mi propia vida, con mis hermanas, hijos, pareja, amigos y pacientes, hay tantos casos de reencarnación que he dejado de contar e incluso investigar, salvos en los casos que fueron necesarios acceder a estas memorias y liberarlas para vivir mejor en el presente.

Todos somos encarnaciones de nuestros ancestros, que literalmente “viven” en nosotros, en nuestra memoria subconsciente del alma. De hecho necesitamos honrarlos, no por alguna ideología o moral, sino simplemente porque somos nosotros mismos y es una forma de amarnos profundamente.

Después de tanta experiencia a lo largo de los años, me basta a veces con comparar los nombres y las fechas de nacimiento y muerte de la generación anterior con los nombres y la fecha de nacimiento en la vida actual, para reconocer la encarnación anterior de alguien en su propia familia. Quizá es un don de una vida pasada como cabalista medieval en la península, pero desde luego que en esta vida se compaginó perfectamente con mi tendencia científica, de buscar “pruebas” sobre cómo la inteligencia inconmensurable que gobierna nuestra realidad a todos los niveles, desde la partícula elemental hasta el macrocosmos galáctico, también actúa por el ser humano, en medio de este holograma.

Y como siempre todo cuadra: el carácter, los campos de interés, los síntomas de enfermedades en esta vida con circunstancia de muerte en vidas pasadas, las relaciones más cercanos tanto de amor como de rivalidad, y por encima de todo, el aprendizaje del “karma” a través de la polaridad de género, estado económico, víctima-verdugo, hasta que alcancemos la trascendencia en este Juego Divino.

Y cuando escribo la palabra “karma” entre comillas, es porque muchos pensamos que existe allí “alguien” o “algo” que nos persigue con nuestras acciones pasadas, mientras que somos nosotros mismos, aquí y ahora, que no tomamos conciencia de nuestros condicionamientos subconscientes que nos afectan en el presente. Así que todo lo que hacemos en realidad en estas investigaciones (sea para curar una enfermedad o tratar algún patrón psicológico), no es saber información sobre el pasado, sino liberarnos de él para vivir plenamente aquí y ahora, donde emerge nuestro pequeño universo del pensamiento, la emoción y la acción, donde sucede esta obra magna de la creación.

Evidentemente, no siempre reencarnamos en el seno de la misma familia en el mismo lugar o cultura, pero siempre estos sitios que amamos y estas personas con las cuales tenemos una “química” extraordinaria, son “reencuentros” en el tiempo y el espacio entre almas compañeras en el instante eterno del presente. Al fin y acabo, lo único que nos hace sentir separados del Todo y a la vez únicos y especiales, son este “Software” del alma en este “Hardware” corporal, que nos permiten generar una realidad virtual propia y diferente del “enchufe” en la luz o la corriente de la vida que nos alimenta a todos.

Allí, que es Aquí, es donde la vida eterna con toda su magnitud, nos espera para ser auto-reconocida, como instrumentos de Dios o canales de la Sejiná (“Divina Presencia”, en hebreo). Con los múltiples casos de Despertar que narro en “Las caras del Ser”, añado que simplemente siento, cómo esta Inteligencia es tan sumamente generosa, que nos permite reencarnar todas las veces que queramos, hasta fusionarse con Ella como nuestra propia Esencia y de una forma completamente natural.

La vida eterna